lunes, 16 de mayo de 2016

El acto escolar del 25 de Mayo: entre lunares y peinetones, mucho por revisar.




Se aproxima el 25 de Mayo y las escuelas se llenan de banderas y escarapelas, el dibujo del Cabildo se multiplica en los cuadernos y los niños dedican largas horas de ensayo a esos actos escolares que todos recordamos y guardamos en un lugar muy especial del corazón. Pero...
¿Para qué hacemos el acto? ¿Sólo para "cumplir" con las directivas ministeriales de evocar una efeméride más? ¿Saben los niños por qué deben vestirse como gauchos, damas o caballeros? ¿Por qué bailamos unas danzas y otras no? ¿Están l@s maestr@s capacitados para fundamentar históricamente la elección de tal o cual danza, o de tal o cual atuendo?
Un acto escolar es un hecho pedagógico, tan importante como una clase en el aula, o una salida de campo. Y como tal tiene, o debiera tener, una finalidad que trascienda el mero cumplimiento de una formalidad administrativa.
El acto escolar es el cierre de una serie de actividades desarrolladas en clases previas, una forma práctica de reconocer, revivir y evocar los orígenes de nuestra vida como nación. Una ocasión inmejorable de afianzar conocimientos, rememorar acontecimientos históricos y aprehenderlos para toda la vida. Resulta obvio decir entonces, que tales contenidos deberán ser extremadamente fieles a la realidad histórica que representan.
Se aproxima una nueva evocación de aquel 25 de Mayo de 1810 y surgen una vez más los miriñaques de las damas, los grandes peinetones y las telas rojas con lunares que lucen las negritas. Pero nada de esto existía en 1810. Los grandes peinetones llegaron al Río de la Plata alrededor de 1830, los miriñaques hacia 1860 y las telas con lunares hacia fines del siglo. Así lo testimonian las investigaciones iconográficas ampliamente detalladas en obras sobre atuendo tradicional rioplatense realizadas por destacados investigadores.
Entonces ¿por qué seguimos repitiendo estos estereotipos equivocados? Por desconocimiento muchas veces, por improvisación otras, y por temor a salirse del patrón preestablecido en el ámbito escolar. ¿Qué docente sin mayor preparación en el tema se animaría a romper con estas "costumbres" tan arraigadas en la escuela?
Ese es el desafío. Investigar, descubrir, incluso con los propios niños, un tema, que parece menor pero que representa nada más y nada menos, que la transmisión de contenidos significativos ajustados a la realidad.
En resumen, en la colonia año 1810, las damas de clase alta, adoptaron la sencillez de la Francia revolucionaria, con colores muy pálidos, marfil o blanco, el corte debajo del busto estilo imperio con grandes escotes y telas muy finas y transparentes como la muselina, (aún en invierno debajo de los vestidos solo tenían una enagua de la misma tela, de allí que la enfermedad mas común entre las señoras era “el mal de la muselina”, bronquitis fuerte).
A veces le bordaban mostacillas. Tampoco usaban peinetones, sólo la pequeña peineta española (tipo teja) caladas y talladas en carey. Para ir a misa, sobre la peineta se colocaban la mantilla española, el misal y el infaltable abanico. Los peinados estilo romanas, con pequeño rodete alto, rizos a los costados y todo adornado con perlas y collares.
Los zapatos eran de tela, generalmente blancos o negros, ellas mismas los cosían y bordaban con mostacillas, luego los zapateros les colocaban las suelas, sin tacón.
Los caballeros se vestían al estilo inglés combinaban chaqueta oscura, con ceñidos calzones cortos en blanco, natural o amarillo.
Debajo medias de seda blancas. Las camisas con cuello “palomita” y yabot o pañuelo de seda, terminaban en mangas rematadas con puntillas.
Era de gran elegancia llevar galera y  bastón, los funcionarios del cabildo usaban pelucas blancas entalcadas, estilo francés. Los  zapatos se importaban de Europa y tenían grandes hebillas de bronce, eran muy costosos. Los niños vestían casaca, calzón corto y chaleco. Las niñas vestían como las señoras.
Para la gente pobre, esclavos y vendedores la principal indumentaria era el poncho, un sombrero bajito y un pañuelo para atarse a la cabeza. Iban descalzos o usaban los zapatos que les daban los ricos. La ropa era muy cara, por eso entre la gente pobre, formaba parte de la herencia. Sencillas telas de algodón en colores lisos o a rayas, faldas y camisas de bayeta (un tejido similar al lienzo), pañuelos y algún abrigo de lana completaban su sencillo atuendo.

     


    


En cuanto a las danzas populares de la época colonial el Prof. H. Aricó nos dice: "La documentación histórica nos indica que hacia 1810 las danzas de esparcimiento que se practicaban en los ‘salones’ (sitios de reunión de la clase económica alta) de nuestro territorio eran la Contradanza, el Minué, el Vals, el Paspié, la Alemanda, la Pieza Inglesa o Solo Inglés, las Boleras, el Afandangado y el Cielo en batalla; todas ellas procedentes de Europa, excepto el Cielo en batalla que era una reelaboración local de la Contradanza y por lo tanto una de las primeras formas del baile ‘argentino’.
    Los maestros de danza de la sociedad aristocrática enseñaban las coreografías llegadas del viejo mundo para que todos puedan bailarlas en las tertulias y en ciertos casos, como el del Cielo en batalla, recreaban las evoluciones y adaptaban la música, dando origen a nuevas danzas de definitivo estilo nacional. De estos bailes de los salones no se han hallado descripciones coreográficas documentales más allá de los nombres.
    A su vez el ‘pueblo’ (grupos de menores recursos económicos cercanos a las ciudades y campesinos) fue un natural imitador de la aristocracia y de manera espontánea y masiva actuó como su propio maestro de baile, readaptando las danzas de los salones que más tarde se popularizaron en sus encuentros sociales.
    Así es que en 1810 el pueblo practicaba el Cielito (forma acriollada de la Contradanza), el Pericón (desprendimiento posterior del Cielito), el Malambo (con alguna reminiscencia de la Pieza Inglesa o Solo Inglés) y el Gato que había llegado, vía Chile, desde la Lima capitalina del Virreinato del Alto Perú.
    Por otra parte, las personas de raza negra que habían sido traídas desde su África natal con el triste fin del comercio de esclavos bailaban su danza de invocación autóctona que luego recibiría el nombre de Candombe. Sus encuentros se llamaban ‘tambos’ o ‘tangos’ cuyo significado es reunión, fiesta o baile.
    Aunque los documentos de esa época no describen las coreografías completas, otros posteriores y coincidentes con la extensa vigencia de esas danzas nos dan licencia para recrear aquel momento histórico del 25 de mayo de 1810.
    Entonces podemos decir que los bailes apropiados para evocar esta fecha patria son el Cielito, el Gato, el Malambo, el Pericón antiguo y el Candombe; todos en estilo popular o campesino, excepto el Cielito que también puede interpretarse en estilo de salón".

Se aproxima el 25 de Mayo. Las escuelas se visten de celeste y blanco, los niños preparan sus cuadros artísticos. ¿Cuántos docentes se atreverán a evocarlos con rigurosidad histórica?

Nos veremos con una reflexión similar el próximo 9 de Julio.